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lunes, diciembre 06, 2004

AFORISMO DE YVÁN SILÉN

Me permito postear el aforismo 511, del poeta y amigo Yván Silén, como ejemplo de conato" in extremis" por geometrizar el lenguaje poético (Sí, un momentum fijo en la excelencia).

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El grado cero del lenguaje es el momentum en donde el lenguaje se detiene debido a las "escrituras" inútiles que lo rodean y lo deshacen. Todo el recorrido posterior por sostenerse culturalmente en el "poder" no es otra cosa que el movimiento negativo de su caída. Es nuevamente la aparición de la muerte del arte (o la muerte de la escritura). El grado cero del lenguaje será la decadencia de la escritura de un "vate", de un "estilo", o de una "época" (de una "moda cultural": el realismo, el realismo mágico, etc.). Luego reaparecerá el poeta loco, el bordeador de los límites, o los locos del movimiento vertical (revolucionario) en la búsqueda del ápice del reposo (de la toma del poder, de la negatividad de la fama). Porque ésto ubicará a la escritura (a la gramática, al orden) en el estado de sitio. Esto será así hasta hallar finalmente, muertos los locos, el camino de la decadencia y la salida del tiempo. Cerrado el círculo, los locos habrán entrado a la eternidad.
Estamos aquí no ante una parábola lingüística, sino ante una parábola de la física. La muerte del arte se parece a esta parábola. Estamos entonces en la curva más simple. La poesía es, pues, el lugar del momentum (de su escritura). En ella la poesía se conserva a sí misma en todo instante de lo eterno. Se ubica en "su" época, pero se trasciende. La poesía es un cuerpo que nos golpea sin perderse a sí misma. La poesía es la escritura que se realiza en su propio contenido formal. El rompimiento de la escritura con la tradición, con el presente, sólo tiene el propósito de SER el contenido de lo nuevo, de lo insólito, del valor insospechado, de la sorpresa necesaria de lo urgente. La poesía se mueve de sorpresa en sorpresa (de asombro en asombro). Una poesía que no nos asombre, que no nos sorprenda, no posee ningún momentum radical. Es pura palabrería, pura charlatanería, pura retórica de salón de clase o pura retórica de café trasnochado. La parábola nos ampara para que la poesía sea posible. La parábola es la sombrilla de Dios.
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