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martes, octubre 28, 2008
[[... el hecho que dio pie a instalarme en semejante modelo poético fue la lectura del libro “Proceso al azar”, en él se reseñaba la Teoría de las Catástrofes. Una contingencia que llegó tarde, sí, relativamente tarde ya que la primera edición del libro, a la sazón, contaba con más de una década, a lo que hay que sumar otra década más desde que la TC comenzara a difundirse. No obstante llegó en el momento justo para que terciasen dos circunstancias que podrían tildarse de anómalas, aunque cruciales para mí: la primera, mi interés desmedido por la idea de construcción poética- como diría Valéry la composición como la poética de las ideas- esta consigna propició que a poco que indagase en la Teoría de las Catástrofes y gracias a unas nociones básicas de topología que ya poseía, hizo que me percatara que esta teoría podría dar solución - al menos parcial - a mis tribulaciones poéticas; la segunda, consecuente con la anterior era un principio de economía que regía mi obra poética, sin duda más atenta a lo cualitativo que a lo cuantitativo, me animó a pasar todos y cada uno de mis poemas por el cliché de la TC; el nudo alimentado por la circularidad tácita de mis poemas y la TC, tuvo como desenlace una singularidad a modo de poesía del límite. No fue nada prodigioso ni excepcional, tan sólo aproveché la coyuntura conferida por la teoría de las catástrofes que, por principio, apela a la idea de transformación y de reducción de la arbitrariedad - combinación única que,hasta entonces, no se había dado con tanta coherencia en ninguna otra teoría matemática, estética o filosófica. Viendo las posibilidades de esta fusión, me desdoblé de la línea poética seguida hasta entonces - iba a escribir, en vez de "me desdoble", "rompí" pero tal expresión me parece demasiado brusca pues queda patente que mis últimos poemas -antes de dicha escisión- eran tangenciales a lo que, más tarde, definí como poesía de síntesis. En efecto, me dediqué a estudiar la simbiosis entre poesía y TC surgiendo bastantes las conjeturas, anécdotas: cómo no recordar esa sensación de incertidumbre al abandonar la TC como un recurso metodológico para convertirla en un fin en sí mismo. Una inversión de valores que si hubiera que encontrarle un correlato estético lo encontraría en la ley de Lautréamont por la que lo bello surge del encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección. Sí, ya queda lejos esas primeras proyecciones de una catástrofe sobre otra, o esa asociación un tanto arbitraria, del pliegue con la truncación, la cúspide con el desdoblamiento, la mariposa con lo compacto, la cola de golondrina con lo divergente; los ombligos elíptico e hiperbólico con lo centrípeto y centrífugo y, en el último escalón, el ombligo parabólico con el Punto Omega – tomado, éste, en sentido Chardineano. Y aún, hoy, continúo con la quimérica tarea de someter a la función poética a un cuadro de deformación con el propósito de establecer una correspondencia entre una codimensión algebraica y una posible "codimensión poética". Los resultados, hasta ahora, se reducen a meras especulaciones con una base intuitiva, pero semejante propuesta tiene mucho que ver con lo que Dalí llamara topología trascendental-es de una pertinencia absoluta desde la perspectiva de la poesía y sus mecanismos de revelación. No pocas veces me he preguntado qué derroteros hubiera tomado mi poética de no haberme dado de bruces con la TC. A decir verdad, soy consciente de que me he distanciado de todo lo que en literatura no es poesía, incluso de casi todo lo que "sí" es. Aún así, tengo la certeza de que no he podido elegir. Con esto no quiero decir que no esté satisfecho con una poesía que viene a ser la contrapartida de la poesía convencional al ubicarse en la frontera entre la poética y una matemática sui generis. He de hacer hincapié que el orden de acometida fue determinante para el desenlace: primero la instancia poética, luego topológica y, por último, catastrófica. Un lustro, más o menos, duro cada estadio, con lo que el total coincide con el dictamen que hace Jorge Oteiza en su ensayo "Ley de los cambios" con lo que debería durar una etapa de preparación. Es curioso cuando hago un ejercicio de retrospección y observo cómo era mi poesía antes, y cómo es ahora, es evidente que un momento determinado hubo un cambio o efecto inesperado: de la acción de insertar, en la poesía, el esquema de la TC indujo paradójicamente una catástrofe más "subjetiva" a costa, eso sí, de una concepto de la poesía más "objetiva". En fin, de seguir la prescripción de Oteiza- ahora me quedarían, por delante, otros 15 años para un dominio de esta tendencia puesta en marcha con la intención no de generar un espacio poético nuevo, sino de reinventar el ya existente]]
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