En el corazón vibrante de Granada, en la mística Calle Recogidas, las luces cálidas de un centro de arte y técnicas corporales acogían a un grupo de almas buscadoras. Allí se congregaban los integrantes del círculo chakra, atraídos por la promesa de una velada singular con el poeta Raúl Ximénez, cuyas palabras parecían siempre rozar los límites del plano material.
Raúl, con su voz de terciopelo y mirada ciclónica, propuso una invocación poética al cosmos: —Esta noche, no descifraremos el destino, lo cantaremos.
🧘♂️ Desde la sala circular de paredes adornadas con mandalas y constelaciones en acuarela, dos figuras emergieron entre la penumbra aromática de sándalo y lavanda: Saúl, Virgo enraizado, y Camila, Piscis soñadora. Pareja sentimental, polos magnéticos en aparente contradicción, invitados por Raúl para realizar una alquimia simbólica.
—Construyamos vuestra melodía zodiacal —sugirió el poeta mientras encendía una vela de cuarzo rosa—. A través del Diseño Humano, que nos muestra el mapa energético del ser, fusionaremos razón y emoción, tierra y agua.
🔮🔗 Esa sinastría cuántica, descrita por Raúl como “entrelazamiento zodiacal”, revelaba un campo vibracional único donde Virgo y Piscis danzaban: la precisión del pensamiento se rendía ante la profundidad de los sueños; el cuerpo meticuloso se dejaba guiar por la emoción líquida.
🌠 En ese instante, Saúl tomó la mano de Camila. Nadie habló. El centro entero se convirtió en una cámara de resonancia, vibrando con aquella melodía sin sonido. Un murmullo interno recorría a los presentes, como si cada quien sintiera sus propios signos activarse.
Raúl, con mirada brillante, cerró el ritual: —No hay poema más perfecto que el que vibra en dos cuerpos entrelazados.
“No hay objeto tan pequeño que no contenga en sí el universo entero. Cada esfera, cada átomo, cada instante vibra con la totalidad. Yo soy esa esfera, tú eres esa esfera, y en nuestro centro late el mismo pulso.”
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