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Ahora que se apagaron todas las luces (La Revelación de la Luna) puedo hablar de las sombras de mi infancia (La filosofía de Platón).
Hubo varias, pero la que casi llegó a definirse y a dejar de ser sombra para poder ser mirada de frente y de perfil fue una con la cual hice un cuento no de terror pero sí de delicado escalofrío -no sé si lo logré, quise lograr eso (Ensayo sobre la Teoría del Caos).
Son los peores para los corazones débiles: el horror sutil (El corazón de las tinieblas…).
El monstruo que no está detallado sino que lo detalla la imaginación de quien lo lee, y la inteligencia de aquel que lo descifra -yo no lo descifré, puedo escribir un cuento, pero no muy a menudo descifrarlo (Psicología filosófica).
En estos caso la infancia es infalible para llenarnos otra vez del miedo que tuvimos, y gozamos (El miedo en la infancia).
Penumbra
Siempre había una sombra, en mi infancia. Era una sombra que estaba afuera, pero que yo llevaba a todas partes.
Se deslizaba por la biblioteca de mi padre, caía como un rayo -de sombra- sobre el libro más triste, el de Leopardi, o el más oscuro, Compulsión (Asesinos en serie).
Yo jugaba a las escondidas con mis amigos y la sombra estaba allí, adentro del ropero, detrás del árbol, en el hueco de la escalera.
Una que todavía no tenía forma definida, era abstracta, aunque yo no supiera el significado de esa palabra (Los niveles lingüísticos).
Día a día, mes a mes, año a año, se definía un poco más, sin que llegara a comprender su dibujo todavía, pero formándose[...].
[Texto publicado el 2 de Marzo de 2016, por Mora Torres en monografías.com]
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