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lunes, octubre 31, 2005

Dos artículos

El primero escrito por mi admirado Juan Planas, y en el que soy uno de los sujetos agente y también paciente del mismo. Lo tenéis aquí .

Y el segundo artículo, con aviso incluido:

Aun percatándome del peligro del copy&pass: la prueba la tenéis en la bitácora Hijos de Eva, cuyo blogger alega como causa principal de su clausura indefinida: la falta de tiempo, y por ello el uso excesivo del copy&pass, justificando algo así como que para hacer exclusivamente la función de intermediario, mejor que el lector consulte la fuente original.

Bueno, a pesar de tal advertencia: extraigo este artículo de otra bitácora Vicente Luis Mora. Diario de lecturas escrito por el propio V.L.M. (Artículo que acaba de ser publicado en el nº 8 de la revista Señales de humo - dirigida por José Luis Morante).

Creo que nuestra poesía, sobre todo la más joven, se halla presa de un agudo conflicto existencial. ¿Hay, entonces, un nuevo retorno al humanismo, un angst generacional, una meditación pascaliana? Nada de eso. El existencialismo lírico patrio se resume en una especie de aforismo: si no estás en las antologías, no existes. En una conversación, un poeta bastante conocido y aun reconocido, me expresó su resquemor por no estar en La lógica de Orfeo (2003), de Luis Antonio de Villena. Más que su preocupación por estar o no en florilegios, algo para mi muy secundario, me sorprendió mucho el temblor que advertí en su voz, al creer que el suelo del Parnaso estaba quebrándose bajo sus pies. Tú no lo entiendes, me dijo, no es que yo quiera estar… No sabía o no podía terminar la frase. Si les parece, vamos a intentarlo nosotros. En un ensayo inédito, estudio cómo el antiguo imaginario idealista parece haber encontrado en el ciberespacio el definitivo campo de juegos para su desarrollo ad infinitum. Incluso en campos tan empíricos como la economía globalizada la mayoría de los tratadistas ha verificado que, como decía Paul Volcker y ratificaba Castells, "la realidad es la percepción" (La sociedad red). Está claro que el adagio latino popularizado por el obispo Berkeley, esse est percipi –ser es ser percibido–, siempre ha tenido una especial importancia en el campo artístico. Las reglas del habitus descrito por Bordieu siempre tienen detrás la ansiedad / respaldo de la consideración ajena. Se lo decía Thomas Bernhard a Hofmann en sus Conversaciones: son los otros los que te hacen escritor. Pero el novelista austriaco se refería al rol de escritor, al papel del escritor en la sociedad, y nunca a la consideración interna, al íntimo reconocimiento como tal. Creo que la era de la imagen ha acabado con este modelo de escritor, o lo está dinamitando por debajo, por los más jóvenes. Veo en los poetas de menos edad una irrefrenable prisa no ya por publicar, sino por estar. En una paradójica e innecesaria retorsión heideggeriana, el ser es confundido con el aparecer, con el mostrarse en el horizonte de la existencia, con un “llegar a ser” que el mercado ya valora y respeta de la misma manera que el ser mismo. Estoy diciendo mal que el sistema de cosas (la cuestión crítica, la relativa industria editorial de la poesía, el valor sociológico de juventud, el desinterés de los analistas) hacen presentarse al joven en sociedad como un ya es porque un día será, tratándosele en términos editoriales o mediáticos de la misma manera que a los grandes ya consagrados. Pocas son las colecciones que discriminan a los aprendices de los demás (entre ellas, Pre-Textos, eso explica muchas cosas). Este es un modo perverso de entender el mester poético, desde luego, y los contaminados son muchos (poetas mayores, editores, el público sobre todo), pero las víctimas colaterales son precisamente esos poetas jóvenes que, sin estar sobradamente preparados, se ven ensalzados al trono jaspeado de la república de las letras. Ya conozco varios viejos de veintidós años y varios amargados de veinticinco. Son juguetes rotos, como los actores y actrices que Hollywood encumbraba a destiempo: hay que ser Claudio Rodríguez o Gimferrer para tener un éxito precoz y no perecer de soberbia y desinterés. ¿De verdad hay hoy los cincuenta o sesenta Claudios o Pedros que nos proponen tantas antologías de lírica joven? Sigue valiendo lo expuesto por T. S. Eliot en Sobre poesía y poetas: “cuando uno mira uno de estos libros, tiende a juzgarlo con criterios que no deberían aplicarse: a juzgar lo promisorio como si fuera una ejecución madura, y a juzgar la antología, no por sus pocos poemas mejores, sino a lo sumo por el nivel medio”.Ser es ser percibido, para los poetas españoles. Ser es aparecer. La ontología se confunde con la antología. Los no seleccionados no existen. Eso lo saben muy bien los que quedan fuera, oigo decir. Y me preocupa. En principio parece que siempre hubiera existido la tensión entre los que están y los que llegan, y algo de eso hay. El poeta anónimo de cuyos temores hemos partido, ya podemos completar su frase, quería decir “no es que desee estar en La lógica de Orfeo: no soy lógico ni órfico, pero preferiría estar para que no empiece a comentarse que ya no estoy”. Pero en esta ansiedad de la existencia actual advierto perfiles nuevos, muy preocupantes. El primero: considerar que el valor de la propia obra depende de la estimación ajena. Segundo: llegar a hacer lo que sea por estar en esas selecciones. Tercero: confundir generalizadamente el mapa con el territorio (ya denunciado por Ruiz Casanova). Cuarto: la desesperación por hacer una antología, cuando las editadas no recogen sistemáticamente a un grupo (pienso en Carne picada, en La búsqueda y la espera, en Veinticinco poetas jóvenes y en otras), para que éste se haga visible. Y quinto y mucho más grave: la repercusión ética del fenómeno: ¿es el primer objetivo del poeta la difusión, el aparecer, o más bien debería ser la consecuencia? Lo digo porque esa ansiedad anto-ontológica por salir en reseñas, por aparecer en recuentos, encuestas, congresos y fotos, en algunos casos parece el fin teleológico de la escritura. ¿Por qué me da la impresión, más fuerte cuando mayor es la juventud del caso, que el objetivo de la escritura no es el hallazgo mismo, sino su repercusión, su eficacia mediática, su condición de medio para llegar al medio, su vocación de instrumento para situarse en el machito, su perversión en inversión especulativa (bursátil)? ¿Por qué no veo ansiedad en los jóvenes en lograr el visto bueno de los buenos críticos sino de los antólogos y poetas mayores influyentes? ¿Por qué ahora no se visita a Gamoneda como hace tiempo se visitaba a Aleixandre, por la pura admiración al maestro? ¿Por qué ya no me parece concebible una poetisa como Emily Dickinson, reacia a la publicación y al conocimiento general?

14 comentarios:

MORPHOS 7.0 dijo...

Coño, qué bateria de Spams.
Dije una vez que uno o dos me hacía compañía... pero ésto es una invasión :-((

azuldeblasto dijo...

Jejejeje.
Yo pasé por algo parecido.

Saludos.

Juan Planas Bennásar dijo...

Sintetizando. Sólo puedo ser [soy] responsable de "ser". "Estar" no depende de mí y la pretensión [vana, de vanidad o falta de pudor] de querer "estar" a cualquier precio es sólo falta de madurez y fuente de conflictos con contra la realidad. Deseo, pues, ilícito, no por su contenido, muy humano, sino por su intrínseca falta de sustancia y sentido.

"y todo irá bien/ ... / cuando las lenguas ardientes se enlacen / en el nudo de fuego coronado / y la llama y la rosa sean uno". T.S. Eliot, en los últimos versos de los Cuatro Cuartetos.

:-))

Saludos!!

MORPHOS 7.0 dijo...

Juan: Estoy de acuerdo con ese posicionamiento tuyo; y es que hay creo que está la clave del asunto en el binomio [posición + influencia], como momentum donde el poeta debe encontrarse y sostenerse...

Un saludo!!

AZuldeblasto aquí tienes tu casa:-))

MORPHOS 7.0 dijo...

perdón por la falta ortográfica del hay --->"ahí"

Anónimo dijo...

En algo sí tenía razón Marsé. Una cosa es la literatura y otra la vida literaria ( soledad vs bullicio)

A ver si me escribes, saludos!!+

Fx

David Morán dijo...

Veo que el camino se ocupa como pista de carrera, donde se descuida el impacto o la repercusión de la literatura en la sociedad por la presencia activa del mismo poeta en esa misma sociedad. El contenido se puede volver superficial.

Saludos, muy interesante este tema. Lo repasaremos.

MORPHOS 7.0 dijo...

Hola DAVID.

Sí, interesante tema del que habría mucho que discutir. Pero ante todo está la integridad moral del poeta.

Un saludo!!

Luis Amézaga dijo...

Vivimos en una sociedad donde vender el arte es un arte. El escritor debe con su presencia poner calzas a sus carencias literarias. ¿Se puede ser sin aparecer? Se puede, pero no me lo cuentes ;)

MORPHOS 7.0 dijo...

Hola Luis:

No creo que esté reñido presencia con carencia.
Me gustó un comentario que una vez oí a un crítico que todo lo que merece la pena al final llega o se descubre.
Sí, el tiempo como el mayor antólogo - no sé quién dijo ésto-.

Un saludo!

Luis Amézaga dijo...

Me parece una visión demasiado romántica para un crítico.

azuldeblasto dijo...

Gracias por la bienvenida RX.

Espero que el "tiempo en que todo llega o se descubre" no sea el del epitafio y las plañideras... muerto el toro todos toreros.

Suerte.

Anónimo dijo...

Good design!
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Anónimo dijo...

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